Pienso que ya estas gotas no sirven de nada. O no, más bien me vuelvo cada vez más dependiente. ¿Es que acaso su caída tras el vidrio me encandila y no me deja entender?
Pensé en abrirte, en desmenuzar cada pedazo de tu figura y desaparecerte de mi cabeza, desgarrando, quizás, alguna parte de mí. No pude, obvio; todavía no me salen esas cosas... Todavía me quedan tantísimas, infinitas cosas por aprender, como esta música que suena tras cuerdas, membranas y aceros.
Viajando en bicicleta por la ciudad, con miedo a ser atropellado por algún colectivo de línea, pensé en mis conejos: Nube y Rayo Negro. Te ví reproducida como un conejo; en cien caras, en cien cabellos, en cien perfiles; entonces me dí cuenta de que tengo un problema. ¡Vos! Y lo peor de todo es que no sé quién sos... Quizás te enmascare en falsas esperanzas de verdad, quizás seas alguna de esas máscaras, quizás aún no hayas aparecido. La cuestión es que aún no sé quién sos, presente en todo, acompañante de mi universo chiquito. Se me escapan las ideas y te veo reflejada en tantas caras distintas que ya no sé ni qué es lo que estoy buscando. Y la ansiedad... ¡Ay de esta perra ansiedad que sabe hacerse sentir! Ya la enterraré bien profundo... Aunque eso no me seriviría de nada... Siempre estaría vulnerable a que vuelva a escapar. He de hacer uso del arte humano del ostracismo, el destierro, la fragmentación. Qué feo suena, pero en fin, así con lo malo, así con lo bueno. Todo bien categórico, como podrás ver. Ese es mi occidentalismo, el de todos los occidentales, bah. ¿Existe algo que no lo piense categóricamente? ¿Existe algo que no encasille en algún locker de mi conciencia? ¿Vos, el amor, los gustos, las apariencias, los sentimientos, los olores, las desgracias, las virtudes no son acaso enmarcadas en distintos cubículos de categorías de pensamiento? ¿Todo podría solucionarse yéndome a otro lugar, totalmente apartado de estos valores nativos, arraigados a esta tierra, y aprendiendo la cultura de una tradición por completo distinta a la que me tocó aprender? ¿Podría acaso desnaturalizarme de esta existencia, de vos, del amor, de los gustos, las apriencias, los sentimientos, los olores, mis desgracias, mis virtudes o, simplemente, tendría que volver a nacer para entender en esencia la conciencia sin categorías, el pensamiento de otra mente distinta?
En fin, me doy cuenta de que ya ni creo en eso... Digo, en eso de cambiar mi mente para dejar la categorización, el prejuicio de lado... Para dejarte a vos, problema del presente, de lado. No, entiendo que esa no es la solución. La respuesta no está en el afuera... Siendo un bicho porteño latinosudamericano occidental cibernético, un amansado hindú vegetariano antidrogas o un hermitaño karateka cascarrabias a lo Pai Mei, jamás podría esquivar este dilema que habita adentro mío. No pasa exteriormente la fundamentación de ello; no es producto de las circunstancias, es producto de un predestinado mensaje que aguarda dentro de mi a ser atendido como un llamado en espera que aturde los oídos de alguna secretaria harta de la rutina del microcentro. Y tampoco sé de qué me sirve esto... Ya me estoy empezando a dar gracia por tanta duda en medio de una mediocre respuesta. Ya me calma la ansiedad, me desaparecen tus ojos multicolores de la cabeza. Ya puedo dormir tranquilo, una siesta, nada más.
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